Cuando llegamos, y vimos ante nosotros la inmensidad del cañón, dejó de tener importancia lo que ya sabíamos, las imagenes que habíamos visto.
Y cuando comenzamos a descender, el corazón se nos aceleraba, siendo, como Buck, que algo allí abajo nos llamaba; o tal vez era el que os mostramos en la imagen, Kokopeli, el espíritu que habita en aquellos lugares.