Orhan Pamuk es, desde hace mucho tiempo, uno de los autores de cabecera.
Cuando nos lleva de viaje al Estambul de su infancia, o, como en este caso, cuando nos traslada hacia el mundo de los iluminadores, los maestros miniaturistas, sultanes, y princesas.
Ya en nuestra entrada Me llamo Rojo, hablábamos de manera más extendida, del uso del color por parte de Pamuk a la hora de narrar historias, de cómo está presente en toda su obra, estando, tal vez aquí, más acusada su importancia.
Una intriga, el asesinato, la víctima, son las excusas para llevarnos de viaje por la historia, por la tradición persa, por Herat o Tabriz..
Cuando nos lleva de viaje al Estambul de su infancia, o, como en este caso, cuando nos traslada hacia el mundo de los iluminadores, los maestros miniaturistas, sultanes, y princesas.
Ya en nuestra entrada Me llamo Rojo, hablábamos de manera más extendida, del uso del color por parte de Pamuk a la hora de narrar historias, de cómo está presente en toda su obra, estando, tal vez aquí, más acusada su importancia.
Una intriga, el asesinato, la víctima, son las excusas para llevarnos de viaje por la historia, por la tradición persa, por Herat o Tabriz..